Qué son los hábitos de alimentación

Qué son los hábitos de alimentación

Si aun no entiendes qué son los hábitos de alimentación, te invitamos a leer este articulo completo.

Es común que almorcemos con una gaseosa y una empanada o que pidamos comida chatarra para salir rápido del almuerzo y continuar con nuestras obligaciones laborales.

O a pesar de encontrarnos en nuestra casa, para salir rápido usemos productos ultra procesados y no alimentos para hacer el almuerzo.

Como nos da pereza cocinar usamos ultra procesados como: Gaseosa, Jugos en caja, salsas, sopas en paquetes, ultracongelados, embutidos, cereales, disque para ganar tiempo.

En vez de usar alimentos como frutas, verduras y carnes frescas; preparar jugos naturales, salsas, sopas, ensaladas y carnes. En muchos casos contamos con una empleada en el hogar, que nos puede ayudar a cambiar los productos Ultra procesados por alimentos. Y mas aun a preparar cocas saludables.

Es solo permitirnos el cambio en nuestros hábitos de alimentación.

Comenzando con la compra: Cambiando productos por alimentos y aprendiendo a distinguir las diferentes frutas, verduras y carnes.

Hábitos de preparación: Aprendiendo técnicas para marinar, coser, conservar, congelar y descongelar mejor los alimentos.

El problema es que si no comenzamos pronto a cambiar nuestros hábitos a la larga lo va a pagar nuestra salud, nuestra familia y nuestra empresa por la disminución de nuestra productividad y el ausentismo.

La ciencia demuestra que no solo se necesita fuerza de voluntad para crear mejores hábitos. Aún está a tiempo de cumplir sus propósitos de año nuevo.

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Crear un habito de alimentación

¿Recuerda cuántas veces ha intentado, cada nuevo año, empezar a hacer ejercicio para mantenerse saludable o crear nuevos hábitos? ¿Cuántas veces te has inscrito en el gimnasio, con un entusiasmo, pero a los pocos meses esa voluntad ha desaparecido? Luego, contrata a un entrenador personal, pero al poco tiempo se desespera y desiste.

Después se convence de que debe salir a correr solo muy temprano por las calles de su barrio, porque según ha leído, bastarán veintiún días para que el hábito se asiente en su cerebro. Pero esto, por supuesto, jamás sucede.
Entonces llegan las recriminaciones. Un diálogo interior que parece no cesar. La culpa por no tener la fuerza de voluntad que los demás sí parecen tener; el remordimiento por ser débil y no bajar de peso, por no conseguir ese hábito que parece tan simple. Las comparaciones con los demás.

No es solo voluntad y disciplina

Esto no solo se aplica al ejercicio, funciona para todos los ámbitos de la vida como la comida.

Cuántas veces ha dicho que reemplazará la comida chatarra por más verduras, pero cuando ve una hamburguesa, con queso y tocineta acompañada de unas crujientes papas a la francesa, no duda por un instante en comprarla.

Todos reconocemos que existen los hábitos, pero sabemos muy poco de su funcionamiento y de cómo actúa nuestro cerebro cuando queremos crear uno nuevo.

Wendy Wood, psicóloga social y decana de Psicología y Empresa de la Universidad de California, durante más de treinta años ha estudiado el tema y acaba de publicar un libro llamado Buenos hábitos, malos hábitos, de la editorial Urano, que explora ese universo desconocido.

A través de una exhaustiva investigación demuestra que para crear un nuevo hábito no solo se necesita de nuestra fuerza de voluntad y disciplina.

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La naturaleza oculta del hábito

Vamos por partes. Según la Real Academia Española, un hábito es “un modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, y originado por tendencias instintivas”.

El 43 % de las actividades que hacemos a diario son realizadas sin pensar conscientemente, por eso muchas veces comemos de forma automática sin darnos cuenta que estamos comiendo, porque las repetimos inconscientemente, es decir, las hacemos por hábito, como lavarnos los dientes, bañarnos, desayunar, cerrar la puerta de la casa al salir o darles un beso a nuestros hijos al despedirnos.

Es claro que el hábito está adaptado para funcionar de manera automática, no se controla como las decisiones conscientes, no implica ningún tipo de esfuerzo y genera una recompensa.

El problema real se presenta cuando queremos iniciar o cambiar un hábito, como empezar a hacer ejercicio o comer más saludable. “Ahí recurrimos a la fuerza de voluntad, con la esperanza de que la intención y el deseo sean suficientes para efectuar ese cambio que tanto ansiamos. ¿El resultado? Acabamos sumidos en la frustración y el fracaso”.

En este punto es fundamental caer en la cuenta de que no somos seres ciento por ciento racionales, no tenemos una sola inteligencia, sino varias, que guían nuestro comportamiento. Por eso la gente puede hacer propósitos firmes de manera consciente, pero aun así mantener su comportamiento de siempre.

No hay un tiempo establecido para crear un hábito

A esto se le suma la falsa creencia de que solo se necesitan 21 días para crear un hábito en el cerebro.

Todo indica que esta idea surgió del trabajo del cirujano plástico Maxwell Maltz, quien en la década del cincuenta aseguraba que sus pacientes se acostumbraban a su nuevo aspecto después de ese lapso. En la década siguiente, Maltz publicó Psicocibernética, un libro en el que afirmaba que se requiere ese número de días para que una imagen mental establecida desaparezca y aparezca una nueva.

Los gurús del coaching han retomado esa idea y han creado programas para transformar la vida de las personas –como Deepak Chopra, que ofrece su curso online de meditación durante 21 días. Sin embargo, que no hay una cifra correcta, pero que las conductas sencillas se aprenden más rápido que las complejas.

Según un estudio que llevó a cabo, en promedio, las personas tenían que repetir la acción de comer un alimento saludable al menos 65 días, mientras que el ejercicio exigía al menos 95 días de ejecución repetida para convertirse en un hábito.

Disciplina alimenticiaTambién aborda otros temas importantes: los hábitos nos conducen a una vida mejor y a tener un estado de serenidad mental; reducen la incertidumbre y fomentan el sentimiento de coherencia y la comprensión de la experiencia, pues no solo se trata de ser más productivos.

Una vez adquiridos liberan del esfuerzo de pensar, es decir, si a alguien le gusta correr, apenas se detiene a pensar por qué tiene que salir a hacer ejercicio, o alguien que acostumbra dormir bien, apaga las pantallas todas las noches a la misma hora, de manera automática.

Las tres bases de un hábito

Como el problema real comienza cuando queremos crear o dejar un hábito, Wood aconseja tener en cuenta que este se forma si se tiene en cuenta el contexto, si se repite, y si se obtiene una recompensa.

El contexto

Abarca todo lo que nos rodea, el lugar donde nos ubicamos, la gente con la que compartimos, etc. Wood considera que tendemos a creer que el “yo” es solo intelecto y subestimamos la influencia de las circunstancias sobre nuestros actos.

Lo cierto es que, si realizamos pequeños cambios en nuestro contexto, esto nos ayudará a modificar el comportamiento. Un ejemplo claro es la ley antitabaco aprobada por el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, en los años setenta.

Antes de eso, la gente solía fumar mucho en espacios públicos interiores, pese a que conocía los daños que generaba el cigarrillo a la salud. Con la ley se modificó el entorno de los fumadores.

Ahora tenían que tomar el ascensor para salir a fumar, desaparecieron las máquinas expendedoras de cigarrillos y se prohibieron los comerciales en televisión, entre otras cosas. Las medidas fueron un verdadero éxito.

En nuestra vida cotidiana se puede hacer este tipo de cambios para ayudar a fortalecer un hábito.

Por ejemplo, colocar a la vista un recipiente con frutas en la cocina; dar una vuelta para no ir a la tienda de la esquina a comprar un café con dona; asistir a un gimnasio que quede cerca de su oficina o de su casa; rodearse de personas que disfruten de la actividad física y que no sean tan sedentarias.

Repetición

Todos quisiéramos que la magia ocurriera con un simple chasquido de dedos. Hago ejercicio, dejo de fumar, no me como más las uñas.

Pero se necesita esfuerzo y repetición, hasta que la conducta se vuelva automática.

stá comprobado que las acciones repetidas reestructuran la manera como se almacena la información en el cerebro. Algo interesante es que si pasa un día o dos sin hacerlo, no se comienza de cero, el hábito sigue formándose, hasta que resulte más sencillo hacerlo de tanto haberlo repetido.

Recompensa

Para Wood es claro que el contexto allana el camino y la repetición pone en marcha el motor, pero si no hay una recompensa mínima e inmediata por ese esfuerzo inicial, el hábito no prosperará.

La psicóloga asegura que hay recompensas intrínsecas, como la sensación placentera que produce el leer un cuento a los hijos o el sentimiento de generosidad que se experimenta cuando se trabaja, por ejemplo, en un comedor social; y extrínsecas, como recibir dinero o la felicitación de un jefe, que también ayudan.

En ese momento el cerebro automáticamente segrega dopamina, la llamada “hormona de la felicidad”, que nos dota de energía y vigor para llevar a cabo acciones que tienen consecuencias positivas.

Sin embargo, llama la atención, aunque suene extraño para nuestra mente consciente, que las recompensas sorpresivas, eventuales y casuales sean las más importantes a la hora de crear un hábito.

“Una explicación evolutiva es que todos los animales son sensibles a las recompensas contingentes, no garantizadas, porque en el medio natural la búsqueda constante de alimento, en un contexto general de escasez, es necesaria para la supervivencia: si queríamos encontrar comida, agua y oportunidades de aparearnos, teníamos que persistir pese a los fracasos repetidos.

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La dopamina, por tanto, puede impulsarnos a seguir intentándolo, pese a que raras veces triunfemos en nuestro empeño”.

El ejemplo más claro de esto es el uso del celular. Los estadounidenses lo miran en promedio 46 veces al día. ¿Qué recompensa obtienen de mirarlo tantas veces? De vez en cuando un mensaje, un post o un tuit interesante, pero la mayoría de la información es irrelevante. Sin embargo, ese único mensaje jugoso es lo que nos impulsa a mirar el celular una y otra vez.

Por eso Wood, al final del libro, nos explica cómo dejar de mirar el celular tantas veces, ya que parece ser un hábito tan arraigado en estos tiempos.

Lo primero, dice, es ser consciente de que está mirando el celular más de lo debido; segundo, controlar el contexto que facilita el uso de este dispositivo; lo más sencillo es no llevárselo a todas partes, por ejemplo, cuando desayuna o descansa; puede, además, silenciarlo, activar el modo no molestar, desactivar las alarmas, borrar las app como Facebook.

Otra idea consiste en instaurar un nuevo hábito cada vez que tome el celular, como llamar a alguien y darle un saludo espontáneo. Y si va a algún lugar a tomar un café, lleve un buen libro en vez de mirar el celular. Todo eso le ayudará a cumplir su objetivo. Es cuestión de hacer este tipo de cambios para que el proceso sea más fácil.

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