El sueño de la casa propia se ha visto ultra superado por otro el de la vida propia. Esa aspiración ya presente en las sociedades se incrementó con la pandemia y ha llevado a millones de personas a renunciar a sus puestos de trabajo para buscar otra vida distinta.
No hay lugar en el mundo donde no haya aparecido ese movimiento. En Estados Unidos, unos 50 millones de personas dejaron sus trabajos en 2021 en la industria Y los servicios. Este movimiento se ha llamado Great resignation o Big Quit (la Gran Renuncia).
Cambiar la vida
El anhelo de cambiar de vida, de darle un sentido a la existencia o de trasladar la actividad profesional hacia proyectos con sentido, no son los únicos cimientos de la gran renuncia. También el miedo. Miedo a buscar una seguridad económica fuera de los puestos de trabajo donde se dependa de una estructura o de un jefe.
Durante la pandemia, decenas de miles de personas fueron despedidas de sus puestos de trabajo. La economía se detuvo y con ella también el trabajo mensual y el salario garantizado. Las medidas adoptadas por el gobierno y el seguro de desempleo amortiguaron la caída.
Sin embargo, ante la posible repetición de una situación semejante, decenas de miles de personas han optado por garantizarse a través de la independencia laboral sus medios de existencia.
En las fases de expansión económica aparecen nuevas oportunidades para trabajar y eso incita a la gente a renunciar a los puestos que ocupaba. Sin embargo, las renuncias ahora están más ligadas a un profundo anhelo «A cambiar de vida” a una que tenga sentido, que a buscar oportunidades profesionales dentro del mismo sector.
Los cambios de orientación profesional han sido radicales. Una humanidad distinta en la que el banquero especulador se vuelve panadero, el especialista en redes sociales y manipulaciones virtuales cambia esa vida por la de apicultor.
Puede que el movimiento se quede ahí, reducido a muchos individuos, pero no los suficientes como para trastornar el sistema. Puede también que se torne masivo y marque, al fin, un punto final a la expansión de un liberalismo que no hace más que destruir la esencia humana y la noción del otro, del semejante, como un aliado.
Un alto nivel de renuncias
En Francia, según datos publicados por la Dirección de la Animación, la Investigación y los Estudios Estadísticos (DARES), durante el primer trimestre de 2022, unas 520.000 personas renunciaron a sus trabajos, de las cuales 469.000 tenían contratos fijos y asegurados (CDI). Un nivel de renuncias muy alto.
El cambio de actividad profesional ha dado lugar a que muchas empresas, en particular en el sector de la hotelería, la restauración y los transportes, se quedaran sin mano de obra. Sin embargo, no son los únicos afectados por esa «búsqueda de un sentido» los empleados altamente calificados que renuncian a sus puestos también vienen creciendo.
Ha habido un replanteamiento de lo que era esencial o no. Se ha producido una pérdida de sentido precedida por la pandemia que aceleró e incrementó la reflexión sobre los oficios que podían o no ser considerados como esenciales.
Tras la pandemia, a surgido una suerte de epidemia que ganó a los consultores, ejecutivos, intelectuales. Abrir un lugar, crear un espacio experimental para instalar una granja, una escuela de cocina, un restaurante, una escuela de yoga.
Lo importante es, sobre todo, reunir gente, estar entre personas, y no solo tener un puesto bien pagado pero aislado. Son, en suma, proyectos existenciales dentro de los cuales se desarrollan nuevos modos de vivir.
Mucha gente ha dejado de creer en el sistema, tomó conciencia y a dejado de alimentar el sistema; y optan por otro camino. Hoy en día el único camino no es estudiar, trabajar y casarse.
Existen otros caminos que le den sentido a nuestra vida, donde el dinero no sea el propósito final, si no algo que va llegando por el trabajo en ese propósito. Donde no prime el egoísmo, individualismo, el ego, el yo, la competencia sobre los otros seres humanos y la naturaleza. Si no la cooperación, equidad entre personas, seres vivos y nuestro planeta.
Porque cuando trabajamos con sentido, con propósito, se sienten una paz y tranquila de estar llevando a cabo una actividad que no destruye el planeta ni a las personas, sino que los restaura.
Y no es que se este en contra del sistema capitalista, porque a sido el sistema más exitoso y democrático desarrollado por los seres humanos, pero no es perfecto.
Ni es que se quiera volver a sistemas monárquicos o dictatoriales. Es que este capitalismo se pueda mejorar por uno más social, democrático y menos consumista, donde prime más el bienestar del planeta y de los seres vivos. Por que si seguimos a este ritmo de consumo inconsciente nos quedaremos sin planeta para vivir.