El consumo inconsciente y desorbitado en el que habitamos es insostenible para el planeta, reflexionemos sobre los alimentos que compramos.
El cambio climático es una realidad, hoy por hoy Colombia es el país donde más llueve en el mundo. Nuestras ciudades están en el top de las más lluviosos a nivel mundial y aunque este cambio se da por fenómenos como la niña que en los últimos 3 años ha sido el más intenso.
Nosotros como ciudadanos podemos hacer pequeños cambios para ayudar a la salud del planeta. Desde tomar conciencia con la celebración del día de la tierra. Desde 1970, el 22 de abril se celebra el Día de la Tierra como iniciativa de un senador estadounidense llamado Gaylord Nelson.
La voluntad del encargado de Salud Pública en el Gobierno de Estados Unidos en aquel entonces era crear un día en el que las personas se parasen a reflexionar sobre la explotación de la tierra, la contaminación y la sobrepoblación. La alimentación es algo transversal a estos tres temas, por ello, el Día de la Tierra merece que hagamos una reflexión sobre la procedencia de aquello que comemos y sus consecuencias para el medio ambiente.
Todos notamos los efectos del cambio climático, como una realidad tangible y con consecuencias materiales en cada una de las catástrofes que día a día vemos en los noticieros por efectos de la naturaleza. Sin embargo, pareciera que estás catástrofes no nos asustan lo suficiente y seguimos refugiados en nuestras ciudades.
Viviendo ajenos a la tierra y cada vez más lejos de ella, como si no fuera nuestro problema.
Si no tomamos conciencia, acercándonos a quienes cultivan, respetando el entorno, no podemos saber cómo contribuir al cuidado del medio ambiente a través de nuestro consumo.
Es por eso que en alimentación Consciente los invitamos a mejorar nuestros hábitos alimenticios desde la compra, preparación y consumo de los alimentos. Cuando tomamos consciencia desde la compra de los alimentos, comenzamos a buscar alimentos con menos procesos y no por la apariencia. Por lo general comparamos por el empaque y desechamos los alimentos que aparentemente se ven más feos. Sin entender su origen, su forma de cultivarlos, sus nutrientes.
Cuando compramos alimentos de cultivos orgánicos y no con químicos estamos ayudando tanto al agricultor ,a nosotros mismos y al planeta. Hoy en día la agricultura está expuesta una climatología cambiante y de extremos, a periodos de sequía más duraderos y a lluvias torrenciales.
Condiciones que obligan a cambiar los tipos de alimentos que se plantan y que aumentan la incertidumbre que conlleva la agricultura. “Desintensificar los métodos de producción redunda en menos emisiones, más respeto a la tierra y productos más naturales”.
Es por eso que no puede ser el compromiso de unos pocos. Los agricultores no son los que van a cambiar el modelo de sobrexplotación. Los que lo podemos cambiar somos nosotros los consumidores. Y no solo hay que eliminar los pesticidas, hay que reducir todos los plásticos y conservantes necesarios para el transporte de alimentos.
La compra consciente como pilar fundamental, es la responsabilidad de quienes compramos, nos obliga a no perdernos de nuevo en la gran ciudad a espaldas del campo.
En esas grandes superficies llenas de productos, todos ellos despersonalizados, pero llenos de empaques y colores atractivos que nos tientan a comprar sin sentido, de manera automática, nos vamos perdiendo en ofertas, nos cuesta vislumbrar los pequeños locales o plazas de mercado que nos acercan al alimento y no al producto, por ende, a su producción y a la tierra.
Debemos dejar de guiarnos por las apariencias. Una papa lavada con la piel suave no es mejor que aquella que tiene tierra por encima y tiene una forma irregular. Al igual que esos plátanos casi negros siguen siendo útiles y sabrosos. Lo importante está en el interior. Dejemos de evaluar tanto lo que vamos a comer, por lo brillante de la cáscara y pongamos el énfasis en cómo ha sido obtenido.
Volver a ese comercio de cercanía y proximidad no solo en cuanto a la distancia entre el campo y el comercio, también entre el revueltero y el consumidor.