La alimentación mejora nuestro estado de animo

La alimentación mejora nuestro estado de animo

La alimentación puede ayudar a mejorar la salud mental, trastornos como la depresión emocional afectan a más de 300 millones de personas en el mundo, toda la vida hemos sabido que una alimentación saludable y un estilo de vida activo favorece nuestra salud física. Pero también tiene un impacto positivo sobre la salud mental. Está demostrado que una alimentación saludable puede reducir los síntomas de la depresión.

Se ha demostrado que aminoácidos como el Triptófano, clave para las hormonas de la felicidad, que se encuentra en algunos grupos de alimentos, como el pescado, las frutas y hortalizas, podrían jugar un papel clave en la prevención y el tratamiento de la depresión.
Buena parte del efecto positivo de estos alimentos sobre el estado de ánimo se debe a su contenido en triptófano. El triptófano es un aminoácido esencial que interviene en la síntesis de la serotonina y la melatonina, que son neurotransmisores relacionados con el estado de ánimo y la regulación del sueño, respectivamente.

El triptófano se encuentra presente en una amplia variedad de alimentos, como los frutos secos y semillas, legumbres, pescados, huevos, lácteos, etc. hay que tener en cuenta también que consumir más cantidad o con más frecuencia alimentos que aporten triptófano no está asociado a mayores niveles de serotonina o a la reducción de los síntomas de la depresión.
Nuestra alimentación a estado influida en las últimas décadas por la industria y el consumo de edulcorantes, conservantes y exceso de azúcar a hecho que nuestro hipotálamo el órgano que ayuda a medir la saciedad este desequilibrado y confundamos el Hambre real y el hambre emocional.

El hambre emocional lleva a consumir alimentos de forma inconsciente, en automático, mientras que el hambre real lo hace de un modo consciente y selectivo.

Tour de cocina tradicional

El hambre emocional

Aparece de repente, de manera impulsiva, automática, sin consciencia y acompañada de una baja percepción de saciedad y sin apreciar las cualidades sensoriales y nutritivas de los alimentos. Suele sentirse fuera de los horarios habituales y cuando se está frente a pantallas. Su frecuencia e intensidad suele asociarse a problemas de ansiedad, estrés, baja autoestima, etc y, en muchas ocasiones, una vez satisfecha, suele sentirse culpabilidad.

El hambre real

Nos llega de forma paulatina, con señales fisiológicas que alertan de la necesidad de tomar alimentos para reponer energía y nutrientes, que se van haciendo más intensas según pasa el tiempo sin haberlas atendido. Se ajusta más a las costumbres, horarios habituales, hábitos, además de ir acompañada de la sensación de saciedad para parar de comer. Saber distinguir entre el hambre real y el emocional, prestando atención a los alimentos que se consumen, puede ayudar a gestionar con mayor eficacia la ansiedad y el estrés, y mejorar el bienestar relacionado con la alimentación.

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¿Qué hacer para controlar el hambre emocional?

Aconsejamos ser más consciente de cómo nos estamos alimentando.

• Establecer una rutina alimentaria ajustada a los horarios laboral, de estudio y estilo de vida, evitando largos periodos entre una ingesta y otra.
• Conocer las señales de alarma y no aplazar el momento de hambre real.
• Elegir alimentos nutritivos, y evitar en lo posible los ultraprocesados.
• Comer despacio, apreciar las características sensoriales de los alimentos, disfrutar cada bocado.
• Aprender a reconocer los momentos asociados al hambre emocional. La emoción ligada a ese momento y la intensidad de la misma.
• Comer en espacios sin exceso de ruido y pantallas y, cuando sea posible, comer en compañía.
• Seguir un estilo de vida activo y reducir el ocio sedentario asociado a las pantallas.
• Buscar alternativas para gestionar la ansiedad, el estrés y mejorar la calidad del sueño.

Una buena alimentación, con una buena salud y bienestar emocional es seguir la dieta mediterránea, que divide el consumo de los grupos de alimentos en tres grados de frecuencia:

• Rica en alimentos vegetales frescos y poco procesados (frutas, hortalizas, legumbres, frutos secos, aceite de oliva, cereales integrales).
• Moderada en otros alimentos de origen animal como pescados, huevos, carnes blancas y lácteos.
• Limitada en carnes rojas y procesadas, y en alimentos como bollería, comida rápida o bebidas azucaradas y alcohol, entre otros.

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