Hábitos sostenibles de las abuelas

Hábitos sostenibles de las abuelas

Es increíble como a pesar de que el mundo crece en innovación y tecnología, no lo haga al mismo ritmo en consciencia y nuestras abuelas si que nos dan una lección al respecto. Practicas del pasado que para nosotros se volvieron obsoletos, vuelven a estar en auge como la mejor manera de cuidar el planeta.

Mi abuela Elvira siempre fue un ejemplo para mí de virtud, practicidad y cuidado del medio ambiente. Ella lograba este punto medio en las cosas, que menciona tanto la iglesia, “la virtud” ni tanto que queme al santo ni tanto que lo alumbre. Ella siempre vivió con sabiduría de una manera recatada sin excesos, cuidando y disfrutando todo sin quejarse.

A pesar de que quedo viuda muy joven y nunca tuvo dinero en exceso, nunca lo malgasto y le alcanzo para darle una buena vida a sus hijas y estudio. En la comida siempre fue pionera antes de que se hablara de comida saludable, siempre en su mesa uso las legumbres, las verduras y las especies para preparar sus alimentos sin necesidad de consumir tanta carne.

Recuerdo sus lentejas, garbanzos y frijoles, antes que el pedazote de carne, antes de que se hablara de obesidad, diabetes e hipertensión como ahora. Ella usaba jugos sin azúcar, no consumía dulces y snak ultraprocesados si no alimentos como el bocadillo, todos los días iba al éxito a comprar las verduras y frutas para consumirlas frescas y para hacer ejercicio, nunca tuvo que ir al gimnasio para mantenerse en forma, pero caminaba mas que cualquiera de nosotros.

Y lo más sorprendente reciclaba, recuerdo que todas las bolsas de leche las lavaba, las secaba y las doblaba y guardaba todas juntas en un tarro plástico para no hacer bulto, hasta los residuos de café, reciclaba la borra de café la secaba y la usaba para abono de sus matas.

Que ejemplo y que adelantada fueron nuestras abuelas al cuidado del medio ambiente y al consumismo. Nos enseñaron que no necesitamos estar comprando cosas que no necesitamos, como los 3 pares de zapatos o vestidos porque están muy baratos y es muy común hacerlo cuando viajamos al outlet de Estados Unidos.

Hábitos sostenibles que nos enseñaron nuestras abuelas

El cambio climático es una amenaza real que exige acciones y medidas hoy. Sin embargo, quizás la respuesta podamos obtenerla del pasado: de los patios floridos, las cocinas eficientes y la sabiduría de mujeres ligadas a la tierra. Sí, nuestras abuelas ya eran sostenibles y podemos aprender mucho de ellas.

Mucho antes de tomar conciencia de la problemática ecológica mundial, nuestras abuelas ya fomentaban en su día a día las tres “erres”: reducir, reutilizar y reciclar sin saber qué era Greenpeace ni preguntarse por los osos polares del Ártico. Sin embargo, ¿en qué brecha generacional se diluyó aquella sabiduría? ¿En qué momento el mundo se llenó de tiritas por nuestros hábitos?

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Las siguientes prácticas fomentadas por nuestras abuelas son un buen ejemplo.

CUIDA EL JARDÍN

Nos compramos una platanera y consultamos decenas de portales de jardinería en Internet para comprender por qué sus hojas se vuelven amarillas. Sin embargo, nuestras abuelas nunca necesitaron de Google para mimar sus jardines: sus hojas eran capaces de crear arcos naturales, los posos del café servían como abono y leer el cielo era el mejor indicativo para saber cuándo brotarían las frutas de los árboles.

Algunas de nuestras abuelas, incluso recogían el agua de lluvia en barreños de latón para después regar jardines llenos de mariposas

EL ARTE DE REUTILIZAR

Mi abuela siempre me echaba la bronca cuando usaba una servilleta y, sin apenas utilizarla, la tiraba a la basura. Si no estaba sucia, era perfectamente útil para la siguiente comida. Pero las servilletas solo eran la punta del iceberg: con aceite de oliva (y la temible sosa cáustica) se podía elaborar el jabón de almendra que perfumaba los veranos, los frascos de leche fresca eran de vidrio y se devolvían al lechero para rellenarlos, y la plancha del pelo… era la plancha de la ropa.

EL HOGAR EFICIENTE

La “casa pasiva” de nuestro abuelos reinventaba el mobiliario y eficiencia de unos hogares que aún no conocían la globalización ni la fibra óptica: la lavadora tardó en llegar y lavar la ropa a mano era una tarea titánica pero muy ahorrativa, los ordenadores eran enciclopedias que implicaban meses de ahorro, y un abanico o una charla a la fresca se convertían en la mejor excusa para invitar a la brisa cuando no existía el aire acondicionado. la ropa tendida al sol en vez de la secadora.

COMPRAR, LOCALMENTE

Nuestros abuelos siempre fomentaron el comercio de proximidad y la visita matutina de rigor pasaba por el panadero, el lechero y el carnicero, entre otros muchos. Conocían estas personas de su barrio y todos los días les compraban algo para tener los alimentos mas frescos.

Compraban lo que estaba en cosecha, nunca al revés. No existían las bolsas de plástico, si no su bolsa tipo costal como las que usamos ahora para mercar.

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ENTRE COSTURAS

La moda sostenible actual bebe mucho de la herencia y gusto vintage de nuestras abuelas, puras genias de los textiles. En primer lugar, nada de ir de compras, ya que los hijos heredaban la ropa de sus hermanos y una camiseta se transformaba con su máquina manual de coser para perdurar durante décadas.

Si algo se rompía, se remendaba las veces que hiciera falta con rodilleras, un botón cosido o cogiendo el bajo de un pantalón. La ropa la tejían encerradas en el cuartito de la máquina de coser junto a una vela al final del día.

LA COMIDA NO SE TIRA

Hoy tiramos más de lo que comemos, algo que nuestras abuelas habrían visto como un sacrilegio. Ellas eran capaces de convertir el hueso de jamón en el punto fuerte de un guiso, conservar los restos de la comida para hacer ropa vieja o utilizar el pan duro como base para bizcochos y tortas. Todo ello sin olvidarnos de los frascos de conservas y verduras, o los pimientos, tomates y café puestos al sol para secarlos, después de traerlos de la finca.

LA SABIDURÍA SE MAQUILLA

El mejor exfoliante consistía en utilizar un guante de crin y un cepillo de baño. La Coca Cola podía ser un buen bronceador y la leche el mejor desmaquillante. Y la manzanilla para unas pestañas de infarto e incluso fresas para unos dientes blancos.

El maquillaje y los rituales de belleza de nuestras abuelas también reutilizaban todos los elementos cotidianos sin necesidad de gastar cantidades ingentes de dinero en productos cosméticos.

SI LA VIDA TE DA LIMONES, HAZ LIMPIACRISTALES

Hoy limpiamos nuestra casa y se desprende un aroma a químicos que no reconocemos en los hogares de nuestras abuelas. Ellas utilizaban productos naturales a la hora de dejar la casa reluciente: el limpiacristales casero se elaboraba con alcohol, agua, vinagre de vino blanco y unas gotitas de aceite de oliva.

En lugar de rollos de cocina interminables utilizaban trapos de ropa vieja (o esa camiseta que ya nadie podía ponerse), y una pizca de vainilla en una bombilla fría era el mejor ambientador.

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