El vicio de la bicicleta y la felicidad del esfuerzo
Muchos se preguntan por qué quienes practican ciclismo disfrutan subir cuestas interminables, de más de 15 kilómetros y con pendientes del 12%. Suena a dolor y fatiga… y lo es. Pero también es placer, liberación y felicidad.
El secreto está en las hormonas de la felicidad: adrenalina, dopamina y serotonina. Cuando el ciclista llega a la cima, su cuerpo libera estas sustancias, que eliminan la ansiedad, el estrés y la frustración acumulada. Esa sensación de plenitud convierte el esfuerzo en una recompensa emocional y física.
Por eso, para muchos, montar en bicicleta no es solo un deporte, sino una terapia natural que sustituye las salidas, el licor o cualquier distracción pasajera. Es un vicio saludable que deja la mente en calma y el cuerpo liviano.
Ciclismo como medicina para el cuerpo y la mente
El ciclismo es una de las formas más completas de conectar el cuerpo con la mente. No solo fortalece músculos y articulaciones, también activa la microbiota intestinal, la cual influye directamente en nuestras emociones y bienestar.
En mi caso, la bicicleta se convirtió en mi salvación tras un accidente y momentos difíciles. Fue mi manera de sanar, de recuperar fuerza y de entender que la vida, como una ruta en bici, está llena de subidas y bajadas, pero lo importante es no dejar de pedalear.
Después de más de 16 años montando, la bicicleta ya no es un hobby, es parte de mí. Llueva, truene o tenga que salir solo, mi cuerpo me la pide. Es mi refugio, mi mejor vicio.
Montar en bicicleta une cuerpo, entorno y naturaleza
Montar en bicicleta es más que un ejercicio: es una forma de viajar hacia adentro y hacia afuera. Cada ruta es una oportunidad para pensar, liberar emociones y disfrutar de la Colombia profunda, sus pueblos, montañas, ríos y aves endémicas como el barranquero, el julungo o el gallito de roca.
Es también una manera de cuidar el medio ambiente, reduciendo el uso del automóvil y apostando por una vida más sostenible. Cada pedaleo contribuye a un planeta más limpio y a un cuerpo más sano.
La bicicleta enseña equilibrio, paciencia y gratitud. Es un recordatorio de que la verdadera felicidad está en lo simple: en el viento en la cara, el esfuerzo compartido y la conexión con la naturaleza.



