En el mundo del consumo masivo, no comunicar bien la diferencia entre productos puede costar el liderazgo. Esto le está ocurriendo al Aguardiente Amarillo de Manzanares, una marca con historia, calidad y reconocimiento, que ha perdido terreno frente al Aguardiente Real 24 de la Fábrica de Licores de Antioquia.
Pérdida de liderazgo en el mercado
Durante el primer semestre de 2025, el Aguardiente Amarillo de Manzanares vendió 6.815.654 botellas, un crecimiento del 42.8% frente al mismo periodo de 2024.
Sin embargo, su competidor directo, Aguardiente Real 24, alcanzó 6.825.747 unidades, con un crecimiento del 25.8%, superándolo por un margen estrecho, pero significativo en términos de posicionamiento.
El problema no está en la calidad del producto, sino en cómo se comunica su valor diferencial.
Falta de claridad en la propuesta de valor
Cuando los consumidores prueban ambos aguardientes, no perciben diferencias claras.
La falta de un discurso coherente entre el producto, su empaque y el equipo de venta genera confusión en el punto de compra, especialmente durante las activaciones en supermercados.
Esa confusión favorece a la marca con mayor reconocimiento institucional —en este caso, la FLA—, haciendo que el consumidor se incline por el líder histórico del mercado.
Análisis sensorial y visual: diferencias desaprovechadas
Diseño y empaque:
El Aguardiente Amarillo presenta una botella más estilizada y elegante, con una etiqueta rica en información y una historia interesante… pero escrita en letra diminuta.
El resultado: una historia que nadie alcanza a leer, y con ello, una oportunidad perdida de conexión emocional con el consumidor.
Color y percepción:
Mientras el Real 24 tiene un tono verde, el Manzanares mantiene su característico amarillo, asociado al añejamiento en roble.
Sin embargo, esta ventaja sensorial no se comunica activamente, dejando que el color se perciba solo como un elemento estético, no como un signo de tradición.
Aroma y sabor:
Ambos comparten un predominante aroma a anís, pero el Real 24 introduce botánicos como manzanilla y cardamomo, que le dan un perfil herbal más “moderno”.
El Manzanares, en cambio, ofrece un sabor más balanceado entre anís y alcohol, evocando la receta clásica desde 1885 —una historia que podría reforzar su autenticidad, si se contara mejor.
La importancia del entrenamiento comercial
Un punto crítico es la falta de formación del personal impulsador.
Ninguna de las impulsadoras de ambas marcas tiene claridad sobre los perfiles sensoriales o la historia detrás del producto.
En consumo masivo, quien mejor educa, gana: y hoy, esa ventaja la tiene la Fábrica de Licores de Antioquia.
Lecciones para la Industria Licorera de Caldas
El Aguardiente Amarillo de Manzanares fue el primer aguardiente amarillo de Colombia, con casi un siglo y medio de historia.
Sin embargo, esa herencia no se tradujo en una narrativa sólida ni en una estrategia nacional diferenciada.
En lugar de posicionarse como el original, permitió que el Real 24 se convirtiera en una copia más visible y mejor respaldada comercialmente.
La lección es clara: En consumo masivo, no gana quien tiene la mejor historia, sino quien sabe contarla mejor.
El Aguardiente Amarillo de Manzanares no está perdiendo por calidad, sino por falta de estrategia comunicacional.
Recuperar el liderazgo implica rediseñar su narrativa, fortalecer la formación de su fuerza de venta y reivindicar su autenticidad como el aguardiente amarillo original de Colombia.

