Vínculo con el entorno y la alimentación

Vínculo con el entorno y la alimentación

En el mundo actual, la prioridad es producir y distribuir alimentos al menor coste posible. Este modelo económico amenaza la diversidad agrícola, la ganadera y la identidad cultural de los pueblos.
Cada vez más personas en distintos países consumen los mismos productos, importados desde los mismos orígenes. La mercantilización y la búsqueda de eficacia han roto el vínculo con el entorno que nos provee.

No puede existir agricultura tradicional sin consumidores que la valoren. Cuando se pierde el interés por la cultura alimentaria, el paisaje rural desaparece y solo queda el supermercado.

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Las consecuencias globales de depender del agronegocio

La crisis alimentaria reciente ha evidenciado nuestra dependencia de los grandes monocultivos y del comercio internacional. Con la invasión a Ucrania, el precio del trigo -una de las materias primas más consumidas del mundo- elevó la inflación global.

El Banco Mundial estima que por cada punto porcentual de aumento en el costo de los alimentos, 10 millones de personas caen en la pobreza. Esto refleja la fragilidad del sistema actual, dominado por el agronegocio y la pérdida de soberanía alimentaria.

Somos lo que comemos, y cuando dejamos de alimentarnos de nuestro entorno, también nos desconectamos de nuestra identidad y de la naturaleza que nos sostiene.

Recuperar el vínculo con la naturaleza y los alimentos

A lo largo de la historia, el ser humano se ha alimentado de lo que su entorno le ofrecía. Pero en la era industrial y globalizada, nos hemos convertido en consumidores de paisajes ajenos que ya no comprendemos.

En los países más desarrollados, más del 50% de los alimentos consumidos son procesados, desplazando a los frescos en los supermercados. Hoy, la alimentación pierde complejidad y carácter, al tiempo que se invierte más en envases y publicidad que en nutrientes o sostenibilidad.

Recuperar el vínculo con el entorno y la alimentación implica volver a mirar lo que compramos y preguntarnos de dónde viene. Cada decisión de consumo puede ser un acto de conciencia que defienda la diversidad, la cultura y la vida.

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