Subir una montaña es como vivir la vida con caídas y bajadas, caminos pedregosos, difíciles que nos hacen sufrir y sacar lo peor o lo mejor de nosotros.
Para llegar a la cima de la montaña necesitamos tiempo, ritmo, entrenamiento; como en la vida, para llegar a la meta hay que trabajar levantarnos día a día en busca de esa meta, sin importar el cansancio los dolores, y hasta el sufrimiento.
En la montaña como en la vida debemos tener foco un camino que nos lleve a la meta. Puede que el camino que elijamos no sea el mejor y nos tome más tiempo llegar a la meta y hasta nos tengamos que devolver en busca de ese camino que nos permita llegar a nuestro destino final.
Cómo en la vida lo más importante es el proceso, disfrutar el camino, por qué precisamente esa es la vida, ese pasa a paso, ese motor que nos impulsa a alcanzar nuestra meta, la cima de las montañas donde queremos llegar a descansar por qué ya cumplimos nuestro propósito, que no termina.
También es importante la capacidad de adaptación, que tenemos como seres humano, así como esta facultad es la que posibilita la supervivencia, como lo decía Darwin: “No es la más fuerte de las especies la que sobrevive, tampoco es la más inteligente la que sobrevive. Es aquella que se adapta mejor al cambio”.
> Lee también: La falsa idea de progreso
El camino de la vida está repleto de cambios como en la montaña. De situaciones, como prioridades o necesidades, que van sucediendo y a nosotros no nos queda otra que enfrentarlas. A la ves es un ejercicio que beneficia a nuestro cerebro, ya que, para mantenerse en forma tanto física como mentalmente necesitamos desafíos, exigencias que nos hacen crecer y llegar tarde que temprano a nuestra meta.
La mente nos juega malas pasadas y en algunos momentos nos hace desmotivarnos, Es por eso que la rutina es tan importante para mantener el ritmo y no decaer ante las adversidades que nos trae la vida y la montaña. Nuestros compañeros de viajes pueden ser nuestro mejores aliados en ayudarnos a mantenernos en esos momentos difíciles de nuestro camino y a no desfallecer. Seguir intentado nuestra meta por difícil que sea.
No nos podemos olvidar de la paciencia para podernos mantener en nuestro camino, por qué las cosas toman tiempo y no se trata de llegar de primero, si no de aprender y disfrutar el viaje hacia la meta.